Un camino muerto sobre la hilera de flores anaranjadas
inunda esta espera que jamás encuentra su muerte.
El día sucede sereno, apenas se mueven las ramas
grisáceas
en las copas de los árboles solitarios.
Unos pocos pajarillos sobrevuelan los tejados
que sobreviven casi sin
notarse.
La última vez que supe todo esto, era muy tarde,
había un gran vacío; tenía mucho frío y también
miedo.
Ahora que no puedo reparar la noche que se quiebra
recorro mil veces ese camino
muerto
buscando sin acierto
la última promesa que dios nos hizo.
Neo Carmona
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