Simón ha tenido que irse.
Me he sentado en nuestra mesa preferida.
Y he elegido la cerveza que más me gusta:
Paulaner, negra
como esa noche larga en la que nos
perdimos.
Y en una copa grande,
como la ilusión de que vuelvas
que nunca pierdo.
La música suena alta.
La gente murmura cosas que no me importan.
El último tramo de la noche, apenas se nota.
Y yo soy un recuerdo infinito sobre una
ciudad muerta:
Tenía mucho que no mentía.
Y viví por una noche
en casa de mi madre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario