Es sumamente sorprendente la tendencia innata que tienen nuestros “líderes” políticos y congresistas a mantenernos sumidos en el subdesarrollo, en el atraso, el oscurantismo y la barbarie; en el absurdo más indignante y vergonzoso.
Es, por
demás, preocupante que los dogmas religiosos que han demostrado ser los
principales responsables de los crímenes más horrendos y las barbaridades más
sanguinarias sigan anteponiéndose a la lógica, a lo prudente, a lo sensato, a lo
humanamente necesario para salvar una vida productiva que pueda seguir
generando vidas, y al mismo estado de derecho que debe prevalecer en esto que insistimos
en llamar república.
El
aborto debe ser legal en todas las circunstancias que la mujer, dueña de su
cuerpo y responsable de su vida, decida de forma responsable.
Pero
negarlo y penalizarlo cuando la madre corre peligro de vida, cuando el
desarrollo del feto es inviable, cuando es producto de una violación o de un
incesto constituye una aberración imperdonable que en lugar de hacer un bien continuará,
como hasta la fecha, enviando a nuestras mujeres pobres al cementerio, por que
las ricas e hijas y esposas de esos políticos tienen dinero para abortar fuera
del país de forma legal y segura.
Por demás
seguirá el estado dominicano vulnerando la dignidad y el derecho de las
mujeres a decidir sobre su propio cuerpo y llenándonos de vergüenza ante mundo
al ser uno de los países con una tasa de mortalidad materna más alta ligada a
abortos clandestinos, inseguros y practicados a mansalva por personas sin la preparación
adecuada para ello.
Seguiremos
teniendo más casos como el de Esperancita y encontrando mucho más fetos en
fundas y zafacones.
¡Qué vergüenza
de país!
El
autor es estudiante y servidor universitario