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"El corazón del árbol sabe hacia donde tiene que crecer".
Ninja Assassin (2009)


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lunes, 22 de enero de 2018

Reflexión necesaria sobre la UASD (2 de 3)

Neo Carmona*
  
En ser la única y mejor opción para la superación académica, económica, intelectual y social de los y las hijos e hijas del pueblo dominicano, sobre todo de aquellos y aquellas más desposeídos y desposeídas, radica, no sólo la importancia de nuestra academia para el futuro del país y de quienes buscan en nuestras aulas el pan de la enseñanza, si no también su compromiso y rol social como academia, como universidad pública, abierta, popular y democrática; formadora de profesionales críticos y criticas, competentes, altamente capacitados y capacitadas y con los valores éticos y morales necesarios que le permitan ejercer con dignidad en sus diferentes áreas de estudios al servicio de las mayorías.

Al hablar de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) no estamos hablando de cualquier universidad pública, por más inventos de universidades a cargo del estado (no necesariamente públicas) que se hagan. Estamos hablando de la institución que está llamada a ser la voz y la conciencia nacional, ejemplo para el gobierno dominicano y sus demás instituciones en cada uno de sus procesos y ejecutorias, siendo un estandarte autentico de la dignidad nacional y defensa genuina de la democracia, la justicia y un verdadero estado de derecho; del libre acceso a la educación superior de calidad.

Ese es el papel fundamental de la UASD y que no podremos cumplir jamás si en lugar de esto reflejemos los peores vicios que corroen al gobierno y a la sociedad dominicana. ¡Con qué calidad moral podremos exigir respeto para nuestra autonomía y ley de financiación si no somos capaces de administrar sabiamente los recursos puestos en nuestras manos, produciendo profesionales con el perfil y la preparación correctos que necesita el estado y el empresariado, creando las políticas publicas que rijan sus prácticas y funcionamiento en beneficio de todos y de todas!

Esto no debe, en lo absoluto, justificar de ninguna manera la irresponsabilidad gubernamental para con la educación y nuestra institución. Lo que si debe es servir para llamar la atención de todos y todas nosotros y nosotras pues para exigir hay que tener las condiciones y la obligación de la UASD es ser ejemplo de la excelencia y la calidad.

De esto se desprende la necesidad de que en los certámenes electorales, además de la necesaria depuración de los y las aspirantes a dirigirnos, basados en perfiles académicos sólidos, excelente hoja de servicios, cualidades éticas y moral incuestionable y, que sobre todo, la necesidad de que prime el compromiso con la academia y no el contubernio político, la amistad pura y simple y las ofertas de prebendas y canonjías en detrimento del más mínimo sentido de responsabilidad.

Estamos en la obligación de demostrar a la sociedad y al mundo que somos una academia que respeta sus propias normativas y que somos capaces de ser críticos y autocríticos, ejemplo de respeto, dignidad y decoro.

El 20 de junio del 2018, aunque parezca exagerado, podría ser la última oportunidad que tengamos para cambiar definitivamente, para bien y para siempre, el actual estado de cosas que debe, cuando menos, llenarnos de vergüenza. Si no propia, ajena.

Es evidente que la elección entre las diferentes propuestas, no puede ser a la ligera.

*El autor es estudiante y servidor universitario
  

miércoles, 10 de enero de 2018

Reflexión necesaria sobre la UASD (1 de 3)

Neo Carmona*

Al margen del grotesco populismo que en las campañas electorales alcanza su máxima expresión, lo cierto es que la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) necesita urgentemente ser reflexionada de cara a una sociedad que no puede, bajo ningún concepto, ni permitirse perder este patrimonio del pueblo dominicano que es nuestra universidad pero, mucho menos, seguirla financiando sin que esta haga los correctivos de lugar que le permitan, además de ser la universidad más antigua del continente americano, ser la primera en calidad, en servicios y excelencia; ser la primera en aportes al desarrollo nacional; aportes que deben ser más que graduar a los y las bachilleres que recibimos de los colegios y liceos públicos y que en la gran mayoría de los casos no logran insertarse en el mercado laboral correspondiente a su campo de estudios. 

El debate debe ser sincero y, como he plateado antes, debe no sólo estar acompañado de un mea culpa de cada uno y una de los y las que integramos la familia universitaria y que en menor o mayor grado hemos contribuido al descalabro institucional de la UASD y de su imagen publica si no, y sobre todo, de la disposición de cada sector de renunciar a los groseros privilegios de los que hemos venido disfrutando en detrimento de la credibilidad y confianza depositada en nuestra institución por el pueblo dominicano que con su sacrificio nos sustenta.

Cuando en el próximo mes de junio los y las universitarios y universitarias nos veremos en la obligación estatutaria de elegir a las nuevas autoridades que han de dirigir los destinos de la UASD durante los próximos cuatros años (2018-2022), estando en juego el futuro de la academia; en este año 2018 que recién inauguramos se hace necesariamente más que imprescindible que nos aboquemos al debate, a la reflexión sincera y con ello a la firme determinación de hacer una profilaxis interna de toda la praxis académica, administrativa y gerencial de nuestra institución.

Estamos en la obligación moral de preservar esta academia para las futuras generaciones y esto será posible solo en base a la conciencia social colectiva de profesores y profesoras, estudiantes, empleados y empleadas que en conjunto con las autoridades, el gobierno y el acompañamiento de la sociedad, luchemos hombro a hombro para superar las debilidades que venimos, si muy cierto que heredando de décadas de irresponsabilidad gubernamental, pero también profundizando con nuestra irresponsabilidad para administrarnos y nuestra vocación para pensar solo en nuestros beneficios particulares y apetencias políticas y grupales.

Las simpatías políticas son legitimas pero deben estar orientadas a elegir a las personas idóneas para llevar a cabo las transformaciones profundas que requiere la UASD. De lo contrario estaremos enterrando de manera definitiva el futuro de esta academia y de los y las que solo cuentan con nosotros para superarse académicamente y contribuir a la movilidad social de sus familias y al desarrollo del país y, lo que resulta aun peor, llenando las arcas de aquellos y aquellas para quienes la educación es un negocio muy lucrativo y no un derecho fundamental de los y las dominicanos y dominicanas.


*El autor es estudiante y servidor universitario