La noche fue larga, de pensamientos infinitos
llenos de
interrogantes que no tiene respuestas
más allá de del vacío
inmenso que dios parece disfrutar,
también el día de
su muerte.
Pensé en escribir una
despedida que acabase
con todas las
preguntas.
Pero tengo miedo a
su destino que tanto duele
como la noche que aún
no termina de llorar
por el regreso
perdido bajo la gris nieve.
Antes –lo recuerdo-,
aquí hubo la fotografía
de una promesa
que ahora es parte
de la ausencia que respiran las heridas
de un viernes santo donde dios no es el único que muere.
Neo Carmona
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