Del “Triunfalismo” a la locura peligrosa [II] y el ejemplo del capitán William –Whip- Whitaker

Neo Carmona 

Aunque las clases en nuestra Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) permanecen virtuales, y la pandemia por el COVID-19 convirtió la palabra “virtual” tal vez en la más utilizada después, claro está, de “mascarilla”, su uso mal empleado en el contexto actual político electoral universitario, es tan irresponsable como temerario y peligroso. Llegados a este punto, digámoslo claramente, estamos hablando de algo más allá que un simple intento desesperado del “triunfalismo” para levantar la moral de una “tropa” que sigue a un candidato evidentemente perdido, toda vez que ni él ni su equipo han podido convencer a la familia universitaria de que poseen las condiciones mínimas para dirigirnos a no ser al fracaso. Se trata, en efecto, de todo un plan muy bien pensado y estructurado en el que la construcción de un relato de acuerdo a su conveniencia es el eje principal. Y cuyo punto más neurálgico será la aceptación o no de la realidad alcanzado el momento determinado. No en vano hemos utilizado las palabras “irresponsable”, “temerario” y “peligroso” en el mismo párrafo. 

Lo delicado de mantener esta práctica a todas luces perversa, y más aún cuando los datos objetivos demuestran lo contrario, viene después. Y radica en cómo explicar a sus propios simpatizantes, a quienes mínimamente uno pensaría que les deben un poco de respeto y consideración, cuando el próximo 15 de junio el Claustro Mayor Universitario elija masivamente al doctor Jorge Asjana David como su rector, arrojando, evidentemente, un resultado electoral diferente al que han estado fabricando a sabiendas de que se miente burdamente, también a la académica que aspiran dirigir y con esta al conjunto de la sociedad dominicana. 

Pero lo más preocupante, y motivación principal para este escrito, es que necesitarían una mentira más para justificarse. ¡Solo una! Como la que necesitaba el capitán William –Whip- Whitaker, interpretado por el extraordinario y oscarizado actor Denzel Washington en el magnífico film El vuelo (Robert Zemeckis, 2012).   

El problema es que ya nos conocemos. Y sabemos de sobra que, al no tener escrúpulos, tampoco van a tener la dignidad que en el último minuto tuvo el capitán Whitaker para retroceder, y no usar la última mentira que les serviría. Y digo “serviría” y no “salvaría”, que es en realidad lo que habría pasado con la carrera de piloto de Whitaker, porque nuestra Universidad, la sociedad y nosotros no se lo vamos a permitir. De eso pueden estar absolutamente seguros. 

Con uno que otro exceso, podemos decir que este proceso se ha desarrollado con bastante normalidad. Sobre todo, tomando en cuenta que básicamente ha sido a través de las redes. Pero no vayan a creer que pueden replicar acciones malsanas del pasado sin que el resultado no sea perjudicial para ustedes mismos. Por demás, no vayan a abusar de la suerte que han tenido hasta ahora con los montajes groseros, la campaña sucia y la manipulación. 

Este escrito, que prometo ampliar en una serie de artículos posteriores, lo hago con la mejor de las intenciones. Pues, aunque la política y el poder pasajero obnubilan y algunos creen que el dinero lo puede todo y se sienten por encima del bien y el mal, a esta universidad se lo debemos todo, todos. Y ¡todas! como dijo la Madre Superiora.

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Sobre la película* 

El vuelo (Flight, nombre original en inglés) es un film estadounidense dirigido por Robert Zemeckis en el que Denzel Washington le da vida a William –Whip- Whitaker, un capitán de aerolínea con un serio problema de alcoholismo que, por si fuera poco, combina con el uso “recreativo” de cocaína. Luego de una noche de sexo, alcohol y drogas, un accidente aéreo en el que la combinación de experiencia y suerte le ayudaría a hacer un aterrizaje imposible y salvar la vida de casi la totalidad de la tripulación y pasajeros a bordo, cambiaría la vida de Whitaker para siempre. 

Su instantáneo ascenso a héroe nacional se vería prontamente cuestionado cuando los exámenes toxicológicos que le realizaron mientras estaba hospitalizado revelaron alcohol en su sangre. También fueron encontrados en el contenedor de basura del avión dos botellas de vodka vacías de las tres que el mismo Whitaker había mezclado con jugo de naranja, lo que complicaba su situación al ser, como capitán, uno de los pocos que tenía acceso al almacén de bebidas. 

En lo adelante, iniciaría la cadena de mentiras de Whitaker para evadir las consecuencias que podría enfrentar si era hallado culpable de pilotar intoxicado. Ya que no solo perdería su licencia, sino que iría a prisión de por vida al ser acusado de homicidio involuntario. Y la investigación de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte, NTSB por siglas en inglés, se enfoca, ya no en la maniobra imposible de volar el avión invertido evitando caer en picado y salvar la vida de 102 de las 106 personas a bordo, sino en el estado en que se encontraba cuando lo hizo ya que la jefa de la investigación intuía que la motivación de improvisar esta hazaña se debía más al posible estado de embriaguez del capitán que a su experiencia para evitar una mayor desgracia. 

En paralelo con la investigación, durante el desarrollo de la trama se evidencian los efectos negativos de la conducta errática de Whitaker producto de sus problemas graves con el alcohol: su ex esposa y su hijo llaman a la policía al llegar a su casa borracho. Nicole, a quien había conocido en el hospital y con quien inició una relación amorosa, lo abandona pues ella estaba saliendo de su adicción y Whitaker no paraba de beber. También perdió el respeto y consideración de sus compañeros de tripulación sobrevivientes al tratar de que estos corroboren su relato sobre el accidente y, en el caso del su copiloto, este quedaría invalido de por vida, como consecuencia del accidente. 

Asediado por la prensa, un día antes de la audiencia con la NTSB, Whip es recluido por su abogado y un representante del sindicato de pilotos en una habitación de hotel para evitar que beba y se intoxique. Sin embargo, al descubrir una puerta mal cerrada, se encuentra nada más y nada menos que con el minibar de la habitación de al lado repleto de bebidas alcohólicas. Y, como era de esperarse, alcohólico severo al fin, se bebió prácticamente el minibar completo. 

Cuando fueron a recogerlo en la mañana para la audiencia, Whitaker estaba tan borracho que ni siquiera pudo abrir la puerta cuando le tocaron. Y, con una dosis de cocaína para reanimarlo, así se presentó Whitaker a la audiencia en la que la jefa de la investigación le explica los problemas mecánicos que causaron el siniestro, lo “reconoce” por la maniobra y le presenta las dos botellas de vodkas vacías encontradas, preguntándole si pensaba que esas dos botellas habían sido tomadas por la Catrina, tripulante del avión amante de Whitaker con quien estuvo bebiendo y teniendo sexo la noche antes del vuelo y cuyo resultados toxicológicos arrojaron restos del alcohol en su sangre. La difunta Catrina era la única conexión con las botellas vacías, ya que el resultado toxicológico que incriminaba Whitaker fue invalidado gracias a tecnicismos de su defensa. 

Es en esta última fase de la película donde Whitaker, incapaz de enlodar la reputación de su compañera muerta, confiesa no solo que había sido él quien tomó estas dos botellas de vodka, sino que también bebió las noches anteriores y cada día después del vuelo. Inclusive, confesó que en ese momento estaba completamente ebrio. 

Más tarde, en prisión, Whitaker confesaría a un grupo de ayuda, ya con un año de sobriedad y rehabilitado, que solo necesitaba una mentira más, solo una (afirmar que el vodka lo tomó Catrina) pero que no se arrepentía y que sentía feliz de haber hecho lo correcto.

 

El autor es servidor universitario, amante del cine y Denzel Washington es uno de sus actores favoritos. 

*No pueden negar que soy completo, hasta crítico de cine. 

Fuente: Internet, donde está todo. Solo hay que saber elegir.