*Neo
Carmona
Son alarmantes los altos niveles de delincuencia que se viven en República
Dominicana, lo que constituye uno de los principales males que nos afectan como
nación.
No
estamos seguros en ninguna parte, ni nuestras familias. Donde quiera que nos
movemos estamos expuestos a que desaprensivos delincuentes nos asalten, agredan
físicamente y hasta nos maten para despojarnos del sacrificio de nuestro
trabajo.
No
hay seguridad ciudadana y resulta aún peor que no haya una respuesta efectiva
del Estado y los agentes policiales que en la mayoría de los casos, sirven de
inspiración y cómplices a los delincuentes cuando no es que son ellos mismos
los propios malhechores.
No
contamos con un grado mínimo de seguridad y tranquilidad en el país en el que obligatoriamente
tenemos que vivir y criar a nuestros hijos e hijas. Claro está, hasta que nos
lo permitan “los dueños de nuestras vidas”.
Hogares
destruidos, niños y niñas en la orfandad debido a que han perdido a sus padres
en manos de criminales, son otras de las secuelas más traumáticas que nos deja
el auge de la delincuencia y falta de seguridad que hacen invivible las
calles de nuestro país.
La
muerte de Delcy Miguelina Yapor, al ser impactada por una bala mientras
transportaba niños y niñas al colegio, hecho ocurrido en el sector
Evaristo Morales cuando el ex raso de la Fuerza Aérea, Franklin Padilla,
disparó su arma contra dos desalmados que escapaban luego de asaltar a una señora,
es sólo la última y más desgarradora muestra de que la delincuencia e
inseguridad se han adueñado del país y hasta por equivocación nos matan.
Este
flagelo es un mal social frente al cual el gobierno y la policía nacional deben
actuar y dar respuestas tan contundentes como efectivas, directamente proporcionales a la proliferación de esta maldita epidemia.
*El
autor es estudiante y servidor universitario
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