Neo Carmona
Mateo Aquino Febrillet y Neo Carmona |
Hoy 11 de marzo del año 2017
se cumple el primer aniversario del vil asesinato del ex rector de la
Universidad Primada de América, maestro Mateo Aquino Febrillet, y quien fuera
por mucho uno de los más grandes hijos de esta academia.
Su humildad, sencillez, calidad humana, su tesón para superarse y luchar por la UASD y su familia, su dignidad, su compromiso para que esta universidad a la que le entregó toda su vida sea un templo de la calidad y la excelencia, son verdades incuestionables en la vida de Mateo Aquino Febrillet.
Pese a esto, desde antes de ocupar la rectoría de la UASD, la mediocridad a lo interno de la institución se negaba a reconocer los méritos que le habían hecho merecedor del respeto, la admiración y consideración de la comunidad académica a la que se impuso en base a su arduo trabajo y preparación académica e intelectual.
Las luces de Mateo como estudiante egresado de dos carreras, empleado, dirigente sindical, académico e intelectual, secretario general, vicerrector administrativo y rector magnífico de la UASD, dan para un compendio tan amplio como fructífero en favor de la academia.
Un legado que debe ser reconocido no porque Mateo esté muerto sino por ser real y palpable. Y hay una conspiración perversa a lo interno de la UASD para borrarlo sin importar que con esto más que su obra lo que se destruye es la propia institución que Mateo, con su visión y conocimiento de esta como ninguno, encauzó por senderos de eficiencia, calidad y pertinencia de lo que debe ser el funcionamiento de una academia, de una institución del estado como la Universidad Primada de América llamada a ser ejemplo.
Amén de los errores que le son propios a la condición humana y a los hombres dentro y fuera del ejercicio del poder, a los cuales Mateo no escapó, sentó amplias e importantísimas bases para el desarrollo institucional de la UASD, para su manejo eficiente y transparente, para su pertinencia como institución de educación superior de calidad al servicio del pueblo, para la defensa de su autonomía, para su reconocimiento y prestigio nacional e internacional y para su desarrollo en sentido general.
Y todos los que conocimos a Mateo, trabajamos con él y al levantarnos a las 5:30 de la mañana ya habíamos recibido hasta 10 correos electrónicos con asignaciones y encargos que había realizado en la madrugada; que fuimos testigos de su espíritu incansable, que lo vimos llorar y sufrir en carne viva el maltrato y la persecución de los mediocres, que ninguno iguala un átomo de su saliva, estamos en la obligación moral con él y su memoria, con su familia, de luchar porque se reconozca y valore su obra de gestión y trayectoria universitaria y social en su justa dimensión.
En ninguna parte del mundo que una persona, llámese Mateo Aquino Febrillet o como sea, al sembrar un árbol manifieste su deseo de que al morir sean allí depositadas sus cenizas, es mérito alguno para levantar una tarja en su nombre sin más leyenda que ese deseo, a pesar de que le sobran méritos para merecer tanto la tarja como cualquier otro reconocimiento.
Las manos de Mateo no fueron fecundas porque sembraron ese árbol que hoy ha florecido. Las manos de Mateo fueron fecundas por sus obras en favor de la UASD y toda la comunidad universitaria.
Y ese legado debe sobrevivirle, debe ser reconocido, debe ser defendido. Y también esa justicia se la debemos a Mateo.
El autor es estudiante y servidor universitario
Si hay algo en lo que todos estamos de acuerdo, incluso, quizá, los
menos miserables que aún muerto le adversan, es que su muerte es un crimen que
no debe quedar impune y que los responsables, Blas Peralta y compartes, deben
recibir no sólo todo el peso de la ley sino además el repudio eterno de la UASD
y la sociedad dominicana. Sin embargo, a un año de su muerte, esa no es la
única justicia que le adeudamos a Mateo Aquino Febrillet.
Su humildad, sencillez, calidad humana, su tesón para superarse y luchar por la UASD y su familia, su dignidad, su compromiso para que esta universidad a la que le entregó toda su vida sea un templo de la calidad y la excelencia, son verdades incuestionables en la vida de Mateo Aquino Febrillet.
Pese a esto, desde antes de ocupar la rectoría de la UASD, la mediocridad a lo interno de la institución se negaba a reconocer los méritos que le habían hecho merecedor del respeto, la admiración y consideración de la comunidad académica a la que se impuso en base a su arduo trabajo y preparación académica e intelectual.
Que de simple empleado, de origen humilde y con base gremial, llegara a
ocupar la máxima magistratura de la academia, ascendiendo triunfante sin
saltarse un solo peldaño, fue un duro golpe para esa mediocridad que jamás se
lo perdonaría. Incluso hoy después de su muerte.
Las luces de Mateo como estudiante egresado de dos carreras, empleado, dirigente sindical, académico e intelectual, secretario general, vicerrector administrativo y rector magnífico de la UASD, dan para un compendio tan amplio como fructífero en favor de la academia.
Un legado que debe ser reconocido no porque Mateo esté muerto sino por ser real y palpable. Y hay una conspiración perversa a lo interno de la UASD para borrarlo sin importar que con esto más que su obra lo que se destruye es la propia institución que Mateo, con su visión y conocimiento de esta como ninguno, encauzó por senderos de eficiencia, calidad y pertinencia de lo que debe ser el funcionamiento de una academia, de una institución del estado como la Universidad Primada de América llamada a ser ejemplo.
Amén de los errores que le son propios a la condición humana y a los hombres dentro y fuera del ejercicio del poder, a los cuales Mateo no escapó, sentó amplias e importantísimas bases para el desarrollo institucional de la UASD, para su manejo eficiente y transparente, para su pertinencia como institución de educación superior de calidad al servicio del pueblo, para la defensa de su autonomía, para su reconocimiento y prestigio nacional e internacional y para su desarrollo en sentido general.
Y todos los que conocimos a Mateo, trabajamos con él y al levantarnos a las 5:30 de la mañana ya habíamos recibido hasta 10 correos electrónicos con asignaciones y encargos que había realizado en la madrugada; que fuimos testigos de su espíritu incansable, que lo vimos llorar y sufrir en carne viva el maltrato y la persecución de los mediocres, que ninguno iguala un átomo de su saliva, estamos en la obligación moral con él y su memoria, con su familia, de luchar porque se reconozca y valore su obra de gestión y trayectoria universitaria y social en su justa dimensión.
En ninguna parte del mundo que una persona, llámese Mateo Aquino Febrillet o como sea, al sembrar un árbol manifieste su deseo de que al morir sean allí depositadas sus cenizas, es mérito alguno para levantar una tarja en su nombre sin más leyenda que ese deseo, a pesar de que le sobran méritos para merecer tanto la tarja como cualquier otro reconocimiento.
Eso es una infamia, eso es una burla de marca mayor a su memoria y su
legado. Por más sana que hayan sido las intenciones de quienes la idearon y
materializaron, la tarja le hace el juego a esa mediocridad y bajeza de espíritu
de los que intentan borrar su obra. Igual hacemos nosotros cuando lo
permitimos.
Las manos de Mateo no fueron fecundas porque sembraron ese árbol que hoy ha florecido. Las manos de Mateo fueron fecundas por sus obras en favor de la UASD y toda la comunidad universitaria.
Y ese legado debe sobrevivirle, debe ser reconocido, debe ser defendido. Y también esa justicia se la debemos a Mateo.
Se la debe la UASD, se la deben las autoridades, se la debe el Consejo
Universitario, se la debemos todos.
El autor es estudiante y servidor universitario
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