Sonríe burlona,
sabe que hiere.
Se escapa el hedor
a sangre de su aliento
en su caminar suave,
(in)agotado,
firme,
sin prisa;
dejándose a sí misma
tras el paso que pudre
la tierra y el viento
y rompe
los mejores sueños
que guarda el poema.
Destroza las horas
con sus ojos dorados
que ensucian
todo a su alcance.
Su abrazo destruye.
Escupe mis huesos
y me reconozco
en sus gestos
miserables
al mirarla dentro
de mi abismo.
Neo Carmona
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