Luis Reynaldo Pérez |
De
regreso a casa
Cuando llega la hora
de regresar a casa
buscas el camino
Cuando llega la hora
de regresar a casa
buscas el camino
más
largo
y vas tomando
de cada esquina
una nueva excusa
para detenerte:
una cerveza,
una botella de ron,
el humo de un cigarro,
una charla interminable
sobre ese autor
que tiene un poema
del que sabes que
de cada esquina
una nueva excusa
para detenerte:
una cerveza,
una botella de ron,
el humo de un cigarro,
una charla interminable
sobre ese autor
que tiene un poema
del que sabes que
huyes
porque te recuerda
a ese enero al que
quisieras regresar.
Pero como todo se
a ese enero al que
quisieras regresar.
Pero como todo se
acaba,
también los caminos
largos
y sus excusas
y sus cervezas
y sus botellas de ron
y sus charlas interminables
sobre ese autor
que tiene un poema
del que sabes que
y sus cervezas
y sus botellas de ron
y sus charlas interminables
sobre ese autor
que tiene un poema
del que sabes que
huyes,
porque te recuerda
a ese enero al que
quisieras regresar.
Y también se extingue
el humo de cada cigarro,
terminas llegando a casa
donde te recibe
toda la soledad
que el perro
no se ha podido
a ese enero al que
quisieras regresar.
Y también se extingue
el humo de cada cigarro,
terminas llegando a casa
donde te recibe
toda la soledad
que el perro
no se ha podido
comer
para demostrarte
que puede ser
más leal
que nosotros los
humanos.
que puede ser
más leal
que nosotros los
humanos.
****
Llegar a casa
Llegué a casa,
¿de verdad esto es llegar?
¿es llegar a casa?
¿a casa?
¿llegar?
El sabor a abandono
es inevitable
y se incrusta en
mi piel árida
como un tatuaje.
El sucio que
se acumula
sobre los trastos
pronto terminará
por comerme,
si antes tan honda soledad
no me deja colgado
frente al espejo
que me persigue.
En la nevera
ya no queda una botella.
Me he atragantado
todo el alcohol
mientras
grito desesperadamente
su nombre.
Pero no puede
escucharme.
Estoy perdido
buscando todos
los eneros enterrados
en un solo adiós.
¿Cuándo volveré
a llegar a casa?
¡Llegar a casa!
¡A casa!
¡Llegar!
¡Cuando!
y que no
me ahoguen
los gritos ausentes
del orgasmo.
Las paredes
me observan
con rencor,
llenas de telaraña
y frío
y me reclaman,
me acusan;
se ponen de acuerdo
para aplastarme
y exprimir
cada uno de
mis sentimientos
de culpa
y de los recuerdos
de esos eneros
que ya no regresan.
El insomnio
es el cacique
que reclamó
esta cama
llena de semen,
sudor y lágrimas.
A esta hora
mi única compañía
es el miedo
al amanecer
cuando tendré
que salir
de esta cama,
de esta habitación,
de esta casa solitaria,
para inevitablemente
tener que regresar
a cualquier hora
y repetir la historia.
No tengo a donde huir.
Ya no me queda ninguna
excusa donde esconderme.
¿Cuándo volveré
a llegar a casa?
¡Llegar a casa!
¡A casa!
¡Llegar!
[cuándo]
Neo Carmona
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