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domingo, 11 de marzo de 2018

Perversidad legitimada

Neo Carmona*

La relación entre un profesor con sus alumnas debe circunscribirse, exclusivamente, a aquella que garantice correctamente el proceso enseñanza-aprendizaje, que es lo une a uno y otras en las aulas.  

Aun siendo cuestionable, podemos admitir una relación que se dé entre un profesor con una de sus alumnas si esta es producto del amor y/o atracción mutuos, entre dos personas adultas y con el consentimiento de ambos, estando plenamente seguros de que eso -esa relación-, es lo que quieren en ese momento.

Sin embargo, lo que jamás puede aceptarse como bueno y valido es una relación forzada, en la que media, como parte de la contradicción existente entre quien aprende y quien enseña, el poder que el profesor ejerce en el aula sobre la debilidad de la estudiante, así como el acoso, la extorsión y el chantaje para satisfacer la perversidad de un abusador, de un enfermo.

Permitir en nuestras aulas que las jóvenes estudiantes, las cuales, en su mayoría, vienen de los barrios y campos más humildes del país detrás de la enseñanza y la superación académica y personal sean abusadas de esa manera es imperdonable, inaceptable en una institución como la Universidad Primada de América que debe ser ejemplo para la sociedad dominicana y no un reflejo de sus peores males y vicios.

Estos acosadores, extorsionadores, abusadores enfermos, que se aprovechan de nuestras estudiantes y que juegan con sus sacrificios diarios y con sus sueños, valiéndose de las peores artimañas: secuestro de calificaciones, amenazas de reprobar materias que en muchos casos son secciones únicas e indispensables para concluir sus planes de estudios o para avanzar al siguiente ciclo; e inclusive amenazas de expulsión de la universidad y de cancelarles sus matrícula de por vida, no pueden seguir en los salones de clases porque esto sería permitir y aceptar esta práctica que nos debe llenar de vergüenza, en pleno siglo 21 cuando las mujeres continúan su incansable lucha por el respeto y reconocimiento social que les debemos como hombres, como sociedad.

La actitud contraria, es decir, permitirles que sigan en las aulas como si tal cosa y, peor aun, escalando en la estructura del mando universitario, esto es, acumulando más poder e influencias, lo que necesariamente se traducirá en mayor facilidad para seguir en sus aberraciones, sería mandarles un mensaje erróneo a la sociedad dominicana y a los padres y madres que con tanto esfuerzo mandan a sus hijas a la universidad para que las eduquemos, de que con sus impuestos en lugar de cuidarlas, se las acosamos y abusamos impunemente. Y, vamos a hablar claro, ¡eso es violación!

En tanto a nivel internacional hemos visto prominentes carreras artísticas, políticas y profesionales derrumbarse por estas malas prácticas en detrimento de nuestras mujeres, niñas y adolescentes, llegando a su máxima expresión con la conformación del movimiento #MeToo en Hollywood, hoy, tristemente, en la más vieja Universidad de América, hemos asistido a la legitimación de la perversidad.

Y no es eso lo que la sociedad, los padres y las estudiantes esperan de nosotros. Mucho menos lo que se merecen.  

¡Qué vergüenza!


*El autor es estudiante y servidor universitario



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